Atención a las alarmas, pero examínalas con cuidado.
Muchas veces al tocar nos topamos con molestias en algún lugar del cuerpo. Sí, a todos nos sucede en algún momento, pero no es hora de dejar el instrumento, no pensemos que se acabó el sueño de tocar algo en nuestra vida, que el violonchelo no es lo mío o que es mejor que lo hagan los profesionales.
¡Olvidemos esas ideas negativas!, la depresión y la frustración suelen manifestarse de esa manera… Lo que debemos hacer es ocuparnos inteligentemente de ellas hasta que desaparezcan y para siempre.
Al padecer alguna dolencia solemos corregirla yendo directo al grano, ubicamos el sitio y recurrimos a nuestros conocimientos técnicos, a la lógica y al sentido común para solventar la molestia. Gran parte de las dolencias son de tipo localizado, es decir que tanto la causa como la molestia ocurren en el mismo lugar, su análisis es intuitivo, y en la mayoría de los casos, haciendo buen uso de lo aprendido con nuestro profesor, deberíamos poderlas corregir en poco tiempo y sin muchas complicaciones.
Pero… ¿qué pasa cuando corregimos y no termina de desaparecer la molestia? La respuesta no es precisamente más depresión, se los aseguro.
Existen algunas molestias cuyo solo hecho de determinar su causa puede representar un verdadero dolor de cabeza, es común asumir a priori que el problema está en la zona en cuestión y pocas veces pensamos que podría provenir de otras zonas, o lo que puede ser más confuso aún, provenir de otras zonas y no precisamente porque estemos tomando una mala postura. Es en estos casos cuando terminamos auxiliando el sitio del dolor sin percatarnos que estamos cometiendo un error que además de no solventar la causa principal podría incluso llevarnos a males aún peores. Estas últimas representan un tipo de dolencia que se da cuando ocurre en un sitio pero la causa está en otro lugar, con frecuencia muy lejano.
Como vemos, no siempre la primera impresión tiene que ser la correcta, debemos examinar con mucho cuidado, sobre todo si a pesar de ocuparnos directamente del lugar en cuestión la molestia continúa. Cuando esto ocurre podríamos estar en presencia de uno de esos casos donde las respuestas no son tan obvias como parecen y debemos prestar mucha atención.
Nuestro cuerpo esta interconectado por completo desde la cabeza a los pies, esto quiere decir que lo que ocurre en un sitio afecta en mayor o menor medida a los demás y viceversa, pongamos un ejemplo.
Imaginemos que estamos abriendo un frasco cuya rosca se niega a ceder, intentamos e intentamos y nada, nos tomamos un descanso… Y pensemos antes de continuar, ¿cuáles son los músculos y las articulaciones que deberían hacer el trabajo? La respuesta parece lógica, ¿Las manos junto a los dedos no? Ahora los invito a intentarlo nuevamente con el frasco y prestemos mucha atención a lo que ocurre con el resto de nuestro cuerpo… ¿Cerramos los ojos?, ¿Apretamos la dentadura?, ¿Zapateamos?, ¿Presionamos el tronco con nuestros brazos?, ¿Apretamos el pompis?, ¡¿Todas las anteriores?!
¿Por qué ocurre esto si solo deberían actuar nuestras manos, muñecas y zonas aledañas?
Un experto en biomecánica podría explicarlo mejor, pero lo que es cierto es que nuestro cuerpo al percatarse de que las zonas directamente involucradas han sido vencidas comienza a buscar apoyo en otras partes de sí mismo que no están fatigadas, pudiendo ir a buscar ese apoyo en zonas muy lejanas, aunque pueda parecer ilógico.
Lo mismo puede ocurrirnos al tocar el violonchelo cuando al forzar una postura (errónea e incluso correcta) o fatigar uno o varios músculos terminemos, sin darnos cuenta, causando consecuencias en otras zonas que aparentemente no tienen nada que ver y se manifieste como dolor o alguna molestia, es en ese momento cuando podríamos caer en un error al hacer el diagnóstico de lo que está ocurriendo y pensar que basta solamente con relajar esa parte del cuerpo en conflicto.
Si bien es cierto que el punto donde se manifiesta la molestia debe ser atendido, lo más importante es ocuparse de la fuente directa que la está causando.
Veamos otro ejemplo, pero esta vez llevado al instrumento…
¿Podríamos intentar tocar un intervalo armónico de 5ta con el 4to dedo?, es decir, una barra con el 4to dedo, por ejemplo en la primera posición sobre las notas Re y Sol (cuerdas La y Re) y que las notas suenen simultáneamente; afinémoslo y mantengámoslo por un tiempo prolongado, pasando el arco lentamente y cambiando la dirección cuando este se nos termine, siempre manteniendo la afinación, ahora durante el transcurso de esa nota larga y sin descuidarla, echemos un vistazo a lo que está ocurriendo con el resto del cuerpo, tratemos de concentrarnos en varios puntos, pasando por nuestras piernas, la mano derecha, el tronco, el cuello, incluso revisemos como está nuestra respiración… tomemos nota de lo que sucede… ¿Es parecido a lo que ocurre con el frasco?, ¿Notamos como otras partes de nuestro cuerpo empiezan a involucrarse con el esfuerzo del 4to dedo? Fijémonos en lo relajados que deberían estar los dedos vecinos del 4to, ¿lo están?
Muy probablemente veamos como poco a poco vamos sucumbiendo al esfuerzo del 4to dedo, sobre todo si somos de contextura delgada, y claramente podremos notar como ese esfuerzo influye en zonas muy alejadas del dedo meñique de la mano izquierda.
Es a este tipo de influencias a las que me refiero, y en este ejemplo en particular, a como algo que estamos haciendo con el 4to dedo, al afectar otros puntos distantes, podría causar excesos en dichos puntos, haciéndonos pensar que estamos simplemente tomando una mala postura en aquel lugar del cuerpo sin darnos cuenta que esa molestia esta siendo causada por algo que no esta precisamente allí y que la solución pasa primero por fortalecer el 4to dedo para que él, por sí mismo, pueda asumir los desafíos que se le presenten con comodidad.
Con este ejemplo sencillo se hace evidente como una dificultad (en este caso) o mala praxis (en otros casos) terminan influyendo de alguna u otra manera en el resto del cuerpo.
No esta demás mencionar que cada persona y cuerpo son distintos y las posibilidades de encontrarnos con este tipo de dolencias son muy diversas, existen muchas posturas que pueden resultar incomodas, cambios de posición difíciles, pasajes con extensiones, pasajes rápidos… y viceversa, dificultades en la mano derecha que podrían influir en zonas tan alejadas como los pies, el cuello, el rostro, etc.
Para nada quiero decir que estos son los únicos tipos de molestias que existen, pero sí advertir de su existencia sobre todo a los menos experimentados, dada la dificultad que puede representar determinar la causa de su procedencia.
¿Cuál es la recomendación?
Primero que nada ser muy objetivos a la hora de evaluarnos a nosotros mismos, claro esto puede ser algo complejo y de mucho tiempo de estudio, pero debemos saber, independientemente de nuestro nivel de conocimiento, que no todo necesariamente es lo que parece a simple vista, a veces debemos cuestionar hasta las respuestas mas sencillas por mas obvias que parezcan.
Debemos mantener a toda costa los principios corporales básicos que hemos aprendido con nuestro profesor, es muy común que al enfrentar un pasaje que nos compromete de cierta manera dejemos de lado estos principios básicos, incluso de forma inconsciente, solo por dedicar toda nuestra atención a ese obstáculo sin darnos cuenta del terrible sacrificio que estamos haciendo, es precisamente en los momentos de dificultad donde más atención debemos prestar en mantener incólume nuestra técnica aprendida y sujetarnos a ella.
Siempre consulta a tu profesor, pues seguramente te dará una respuesta apropiada, pero aún así, por muy bueno que sea, no debemos dejárselo todo, al fin y al cabo somos nosotros los que sentimos y debemos ocuparnos por desarrollar, siempre bajo su guía, nuestros propios métodos de monitoreo corporal basados principalmente en la objetividad como pilar fundamental.
Evita molestias prevenibles, habituarnos al calentamiento y preparación previa al estudio es la mejor manera de abordar el instrumento, nadie puede desear padecer molestias por omisión o mala aplicación de objetivos que creemos superados, es precisamente de allí de donde provienen la mayoría de los desvíos técnicos que se harán visibles durante el transcurrir de la ejecución. Cuando sentimos molestia o dolor resulta que ya es tarde, nuestro cuerpo está simplemente alertándonos de que tenemos mucho tiempo, quizá horas, cometiendo algún error de manera continua y muy seguramente desde que comenzamos a tocar, aceptémoslo, ¡debemos calentar!
Asegúrate de que todo está en orden antes, durante y al terminar de tocar, las tensiones y dolores corporales forman parte de todo aquello que debemos desechar, cuida en todo momento tu postura, así evitarás que puedan colarse cualquier tipo de malas prácticas.
Tocamos para disfrutar y vivir gratos momentos, NO para andar lidiando con dolores o molestias, y mucho menos para convivir con ellas.
Frank valderrey says
Muy útil y necesario este artículo, Excelente los ejemplos, muchísimas gracias por compartirlo.
Erika de Alvarez says
Muy buen artículo, gracias por compartirlo..
Marieta says
Mi hija tiene 15 años y desde los 8 estudia violonchelo. Sufre de dolores en la zona de las caderas-crestas iliacas u se le refleja en las piernas al caminar..llega a cojear y en una última crisis no podia apoyar un pie. Le han hexho estudios y han descartado reuma. Tiene una ligera escoliosis e hiperlaxitud articular. Estoy en busca de una respuesta de lo qie lenpueda causar estas crisis de dolor…al leer su artículo pienso que puede tener conexión.Me puede ayudar?